LA CORRUPCIÓN VIAJA SIN MALETA

Periodista venezolano
CARACAS. – “En Venezuela no es nada nuevo el tema de la corrupción en la administración pública, lo que pasa es que estos revolucionarios la convirtieron en su necesidad”.
Pretender justificar lo que está pasando en PDVSA o en el gobierno en general con cita del pasado, no es mi intención, porque sería darle carta blanca a las críticas que me caerán encima.
Lo que pretendo es, desde mi punto de vista, señalar que lo que está haciendo el gobierno no es luchar contra la corrupción ni nada que se parezca, tal como lo hicieron en el pasado. Lo que ha ocasionado que la gente se manifieste con desconfianza frente a todo aquél que se le acerque a decirle que luchará contra la corrupción, una vez llegue a la Presidencia de la República, si ese es el caso. O que cuando esté en el Congreso (Asamblea Nacional) impulsará leyes para acabar la corrupción, sin importarle quien sea el que ha cometido el delito.
Todo sigue siendo cuentos de caminos. Lo fue ayer y lo es hoy: “cuentos de caminos”. En nuestra memoria está presente lo del chinito de Recadi. El único pendejo que estuvo preso por los millones de dólares que le robaron a la nación, después de aquel llamado Viernes Negro, cuando el Banco Central de Venezuela ordenó intervenir la banca nacional, después que el Banco de los Trabajadores salió de la Cámara de Compensación, tiempo en que Leopoldo Díaz Bruzual era el presidente del BCV.
Era presidente Luis Herrera Campings, de Copei. Todo el mundo a correr. No obstante, hoy anuncian que se llevaron un Billón de dólares y nadie se inmuta; no pasa nada. La revolución puede con todo. El pueblo tiene paciencia y sabe soportar que sus dirigentes, ayer pobretones, “patas en el suelo” como decía el propio Hugo Chávez, quien acabó con la pobreza, pero de su familia. Fue lo mismo que hicieron otros del clan chavista, sin que la justicia actuara.
La corrupción viaja sin maleta en Venezuela. Una triste realidad que ahora nos ha convertido en un país paupérrimo, donde los trabajadores de la administración pública devengan sueldo de menos de 10 dólares al mes, cuando la especulación hace que la población subsista miserablemente con el rebusque, mientras que otros hurgan en la basura para encontrar algo.
La paradoja es que hay una Venezuela de patas en el suelo de la intentona golpista del 4 de febrero de 1992, que es ahora la que compra apartamentos en el Este de Caracas o 14 quinta en la calle Laguna de Tacarigua de Cumbre de Curumo, con dineros que vienen del saqueo a PDVSA o a las industrias restantes del gobierno.
Lo que llama la atención es que Nicolás Maduro pretende venderse ahora como el paladín de la moral, de la presunta “ética revolucionaria”, cuando por años estuvo en la Asamblea Nacional, luego en la Cecilleria; luego, parece mentira, fue Director Externo de PDVSA, donde el saqueo venís siendo parte del petróleo.
Sin embargo, han juzgado conveniente señalar a Rafael Ramírez como el gran saqueador, superado por Tarek El Aissami, renunciante ministro petrolero, del que se desconoce su paradero.
La mala comedia de Maduro no lo exonera de su responsabilidad en la corrupción. Tampoco exonera al Consejo Moral Republicano, donde el Fiscal General, el Contralor General y el Presidente del CNE son los responsables de velar por la salud administrativa de la República.
Nunca han hecho su trabajo, lo que indica la Constitución Bolivariana. Es el mismo caso del Alto Mando Militar. Hoy Venezuela huele mal; los saqueadores son los mismos que andan buscando a los presuntos responsables de la corrupción. Es una sociedad de cómplices que convirtieron a Venezuela en su santuario, para lo que han contado hasta con enchufados y colaboracionistas de partidos de oposición. Por eso Venezuela está mal.